lunes, 14 de abril de 2014

EVANGELIO Y REFLEXION MARTES SANTO

Jn 13,21-33.36-38
En aquel tiempo, estando Jesús sentado a la mesa con sus discípulos, se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?». Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche. Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros». Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces».


REFLEXIÓN

Para Jesús, Judas sigue siendo el amigo al que brinda un último gesto de predilección, la última provocación de amor: le ofrece con infinita delicadeza un bocado del mismo pan que el come.
Para cada uno de nosotros, que llevamos dentro las tinieblas de Judas, las frágiles corazonadas de Pedro y el amor de Juan, Jesús sigue ofreciéndose a sí mismo.
Cuando con sinceridad contemplamos nuestro propio misterio, nuestra pequeñez y grandeza, intuimos que Jesús es el Amigo que no cesa de atraernos con vínculos de bondad; aunque lo neguemos, el permanece siempre fiel, porque no puede negarse a sí mismo.
“Es necesario que nuestro corazón se convierta en sacramento del Suyo y que ninguno de nuestros hermanos pueda lamentarse de no haber encontrado en nosotros Su ternura. Entonces disminuirán el dolor y la sombra que se proyectan sobre el rostro del Amor” ( M. Zundel)


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